By María Eugenia Morro Geras
Este post me lo han inspirado Beatriz Santiago Lerma y sus colaborador@s, que con su arduo trabajo en el Proyecto CESA, en estos 4 años, han conseguido el bienestar para los felinos callejeros de Villabrázaro, con más de 20 gatos castrados y desparasitados, con alimentación y bebida adecuada, y han podido dar en adopción otros 25.
¡Enhorabuena por su labor!
Eso de que los gatos son muy independientes, que van a lo suyo, que no quieren a los humanos, que no son amorosos, que se escapan…Pasa como con los niños/as: educación. Si a un animal le tratas con todo el respeto, amabilidad y cariño con el que tratarías a una persona, éste te va a responder de la misma forma, con sus características de que es un cazador nato, pero bueno y un encanto. Los gatos llevan miles de años siendo animales domesticados, y hasta han sido venerados como Dioses en el Antiguo Egipto. Por algo será ese magnetismo tan especial.
Durante casi 16 años, tuve un gato. Cogerle fue el mayor acto de libertad de mi vida. Vino a casa el 1 de noviembre de 2000, Día de Todos los Santos, y fue siempre mi amigo cariñoso y fiel, tanto en la salud como en la enfermedad.
Bergie (pronunciado “Beryi”), se me ocurrió como una derivación de Cyrano de Bergerac, pues consideraba que el gatito tenía los mismos valores por los que se regía este personaje literario: bondad, valentía, coraje y corazón.
Su raza era Europeo común, callejero. Pertenecía a una colonia que correteaba por la zona de Pío XII en Madrid (España), donde hay chalets y edificios de gente adinerada. Él era el más pequeñito, e iba a morir de frío o atropellado por los coches. Es lo que me dijeron las señoras que los alimentaban, lo cogieron y me lo dieron. Inicialmente pensaban que era una gata, por la cara tan bonita que tenía, pero al lavarle, descubrieron su verdadero sexo: macho.
Tendría unos 5 meses cuando vino a casa, así que nunca le vi como una pequeña bolita de pelo, pero sus ojos verdes y la suavidad de su pelaje gris y blanco, su elegante forma de caminar, nuestros juegos, me cautivaron.
El primer año que llegó a Villabrázaro, lo tuvieron que llevar mis padres, pues yo me fui de vacaciones a Galicia con una amiga. Como no le habían tratado mucho, durante el camino se puso nervioso, a maullar, y defecó. Aguantaron todo el viaje con el mal olor, porque pensaban que si lo sacaban del transporting iba a ser como un tigre, que iba a arañar y a escaparse. Nada más lejos de la realidad :D En el futuro le limpiaron sin problemas, según sus palabras, era un “santo”.
Poco a poco se fueron dando cuenta de lo bueno que era, y como no tenían aún nietos, Bergie se convirtió en el “niño” de la casa. Todos le cogían, le daban mimos, le cepillaban el pelo, limpiaban su arenero, reponían el agua y la comida, tenían sus rituales particulares…Uno más de la familia.
Al llegar al pueblo, el gato notó el gran espacio que había en comparación a los pisos de Madrid. De esta manera, subía y bajaba las escaleras continuamente, jugaba en los escalones con nosotros, con la mano y plumas de aves, y hacía mucho ejercicio.
También se pegaba unas siestas de campeonato en la quietud del verano, tanto en mi cama, como en la de al lado. Se hacía una rosca y a dormir.
Bergie en mi cama. Le encantaba estar sobre la colcha a cuadros tejida a ganchillo, al lado del koala
Salir al aire libre y ver el cielo, respirar aire puro, acercarse a las plantas, le producía tal relajación, que se quedaba sobado en cualquier parte del corral.
Sólo se escapó un par de veces, y porque no estábamos pendientes de él, pero enseguida, al llamarle con mi voz aguda especial para él, volvió por el tejado y lo cogí, echándole una bronca :D
Teníamos cuidado de cerrar las puertas y tapar las escaleras del desván, pero quitando eso, estábamos tranquilos. Podíamos salir y entrar, irnos de paseo y al río, y el animal ni se movía. De hecho, por las mañanas, se sentaba en el alféizar de la ventana del salón y miraba a los viandantes. Podía pegar el salto hacia la Travesía de las Bodegas, pero no lo hacía.
Creo que además de tomar el sol, le encantaba cuando llegaba la noche, con ese fresquito que suele hacer en Villabrázaro en verano. Salía al patio y se tumbaba durante horas. Para él, mirar el firmamento, con esa Vía Láctea tan esplendorosa, debía ser el éxtasis. Estaba siempre feliz y contento.
Sólo nos pasó una cosa desagradable, y es que el pienso que le poníamos, tenía un olor que las hormigas percibían, de manera que venían en hilera desde el patio hasta el interior de la vivienda, donde estaba su comedero y bebedero, y se le llenó de estos bichitos.
Menos mal que a mi madre Ángela se le ocurrió una buena idea: ¡Al Foso! Puso un platito de agua debajo del cuenco de comida, y las hormigas que intentaban subir, morían ahogadas. Así se acabó el problema.
Es cierto que tenía miedo a una cosa: que alguien le echara comida envenenada a través del patio. No ocurrió, pero con las cosas que había visto en el pasado, era lógico tener una cierta desconfianza.
Fue todos los veranos hasta el final de sus días, y ya no iba maullando en el transporting las dos horas y media del viaje. Nada más arrancar el coche en Madrid, percibía a dónde se dirigía, y se quedaba dormido y tranquilo, sabiendo que al final del trayecto, le esperaba la tranquilidad y una cierta libertad.
Se marchó al Cielo de los gatos el 22 de abril de 2016. Mi vida ya nunca fue igual. Con él murió una parte de mí. Como lo solíamos hacer juntos, dejé de escuchar música durante 2 años. Supongo que ese fue el signo más significativo de mi duelo. Le sigo echando de menos, y como estoy rodeada de fotos, me despido de él cada noche.
Algún día volveré a coger un gatito, estoy segura, y será el segundo acto de libertad de mi vida.
Vídeo de Bergie dándome los buenos días en abril de 2007. Se sube a mi cama, pero está quieto y muy tranquilo, nada de aspavientos XD
“No hay regalo más grande que el amor de un gato” - Charles Dickens
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