Echo de menos los corrillos de vecinos que se formaban en la calle las noches de verano. Aún existen, pero pocos en comparación a los que había hace muchos años.
La gente solía salir con su silla baja después de cenar, a departir amigablemente y charlar de lo humano y lo divino. Había una curiosa mezcla de personas mayores y niños, o corros exclusivamente de jóvenes, todos ellos pasando un buen rato y echando unas risas, arropados por las noches estrelladas.
Me solía unir al de la antigua Telefónica, actual ayuntamiento, donde lo pasábamos muy bien.
¿A qué se debe la pérdida de esta bonita costumbre de los pueblos? Quizás los nuevos tiempos no son propiciadores de la comunicación humana. Vivimos en un mundo globalizado, donde paradójicamente el individualismo es atroz. Ya no se fomentan las relaciones como antes, quien más y quien menos se "refugia" en las nuevas tecnologías, ordenador, DVD, consola, TV, iPod, y si es en vacaciones, se suman bares y terrazas al tiempo de ocio, dejando abandonada esta costumbre tan sana, pues está demostrado científicamente que la manera en que transcurre nuestro "tiempo subjetivo", la felicidad que podamos conseguir, está asociada principalmente a dos factores: realizar actividades creativas y caminar acompañados, interactuar con los demás.
Cotillear es parte de la naturaleza del ser humano, y ya que se ha perdido bastante intercambiar impresiones en vivo y en directo, nos alimentamos de los cotilleos de los programas del corazón, que son un sucedáneo de lo que en tiempos pasados se hacía de una forma natural.
Un factor añadido a la hora de que esta costumbre haya ido a menos, es la desaparición de personas mayores, y como esto es algo irremediable, creo que vamos a perder una de las tradiciones más bonitas de nuestros pueblos.