Estos días pasados, por el Pilar, solía ir a Villabrázaro a vendimiar. Como era fiesta, aprovechaba el puente, y en vez de quedarme celebrando la fiesta de la Hispanidad en Madrid, prefería ir al pueblo a “destrozarme” los riñones :)
De pequeña mi familia me llevaba a los bacillares que tenían en los Cabezos, el Montico, la Juncia y la Pradera Redonda. Íbamos andando o en caballerías, y se usaba un carro donde se metían los talegones. La faena podía durar varios días seguidos, hasta que se terminaba de recoger toda la uva.
Había una "gamberrada" muy graciosa que se estilaba entre los jóvenes que coincidían en viñas cercanas. Se decía: "vamos a darle la lagarada a esa", y le embadurnaban la cara con uva negra espachurrada, de manera que la "víctima" quedaba hecha un cristo, al estilo del chocolate, pero versión vino :D
Ya en mi vida adulta, tenía una viña en los Cabezos, que cuando dejé de arrendarla, la vendimiaba personalmente con mi marido y mis hijos, durante unos cinco años, hasta 1988.
Se seguía utilizando básicamente el mismo procedimiento, utensilios y costumbres que hacía cuarenta años: las navajas curvadas para cortar los racimos, las talegas para transportar las uvas desde la cepa hasta los talegones, las ropas viejas y mandilones, la reconfortante parada para comer acompañada casi siempre de pimientos asados y cocidos en ensalada...
Las únicas diferencias son que en los tiempos más modernos íbamos en coche, y ya no era un carro el que contenía el cargamento de uvas, sino un remolque con tractor. Aunque se seguían conservando los talegones, era más frecuente poner una gran lona en el remolque, donde se echaba lo que íbamos recogiendo.
Talega de mimbre, donde se transportaba la uva desde la cepa al talegón
Talegón
Todos íbamos equipados para la labor, pero mis dos hijos pequeños, en cuanto cortaban tres racimos, se ponían a jugar corriendo por la tierra y no querían saber más de doblar el lomo. Los otros dos mayores, aguantaban un poco más, con alguna que otra protesta.
Una de las veces se me fue la navaja, y me rebané la parte superior del dedo índice izquierdo. Fue bastante aparatoso, por la cantidad de sangre que manaba, y el tiempo que tardó en curarse. ¡Gajes del oficio!.
Las clases de uva que crecían en mi viña eran: tinta Madrid, verdejo, jerez o palomino, prieto picudo, morisca y mencía.
Como no tenía bodega, la producción la vendía a la cooperativa de Benavente. Y a día de hoy, ya no tengo la viña, la vendí hace años, con lo cual estos recuerdos los vuelco en el blog, a modo casi de diario, para que quede constancia de que en otros tiempos, yo también vendimié :)